domingo, noviembre 21, 2010

Desglobalizar el Programa



No hace mucho tiempo, en Barcelona, el sociólogo norteamericano Richard Sennet realizó una afirmación que asombró a algunos –y a otros no tanto-. Dijo que: “La desglobalización ya ha comenzado, la salida de la crisis será lenta pero y en ningún caso volveremos al viejo régimen, al espumoso paisaje de las dos últimas décadas en las que el sistema estaba creando su propio colapso porque había abandonado la economía real, la que se nutre de trabajadores calificados, de artesanos” (…) Europa y Estados Unidos en estos momentos siguen viviendo feroces crisis que hacen temblar sus estructuras socioeconómicas con la consecuente pérdida de empleo. Los políticos y las políticas aún no ponen en duda el paradigma neoliberal como ha ocurrido la ultima década en América latina, sino que se aferran a él con el consecuente riesgo de que las sociedades se vean empujadas a una escalada creciente de conflictos sociales producto de la pérdida de derechos adquiridos a lo largo de los años, a esto se suma un crecimiento importante de la intolerancia hacia los extranjeros con actitudes que rayan épocas que en Europa se creían superadas.
Se podrá preguntar si la política tiene que ver con el escultismo, y la respuesta es: mucho. La ideología predominante determina cuál de las ofertas educativas se considerará apropiada; la educación siempre es ideológica y va de la mano del poder, que generalmente coincide con el Estado – especialmente cuando defiende sus intereses- . Pensemos en el caso de Argentina, donde en la década del 90 se cambia el sistema educativo hacia un modelo no inocente que deterioró en la formación de los docentes y la formación de niños y jóvenes en sus posibilidades de inserción laboral… ¿sobre qué paradigma se asentaba dicho cambio?
En la última década, producto de que la escuela había dejado de servir para poder trabajar y que el desempleo había trepado a porcentajes impensables e insostenibles, la recuperación del trabajo se sustentó en distintas estrategias de Educación para el Desarrollo: Recupero de las artes y oficios propios de cada cultura local y regional, Formación Profesional en Institutos, Capacitación técnica para microempresas y cooperativas, capacitación en proyectos productivos; todo esto producto de un paradigma social y político que no entiende al sujeto solo como parte del consumariado (como lo fue en el veranito de consumo de los 90 que llevó a la crisis de 2001), haciendo carne un paradigma distinto al de finales del XX en el que la Educación no se diagrama en función de los pocos que están por encima de la pirámide social, sino en función de las necesidades del país y de la inserción social de los ciudadanos. Esta forma de entender la política y la educación con distintos matices, es una realidad en distintos países de Latinoamérica.
No habrá sido casualmente que en los 90 (cuando se propinaba un golpe casi mortal a la educación argentina) el programa interamericano cambiara en el mismo sentido que la “renovación pedagógica” de la educación formal. Se formula una propuesta de uso obligatorio (pero no tanto) con pretensiones de universalidad, donde la faz técnica (artes scouts) fue dejada de lado dando lugar a una extraña mezcla entre teorías comportamentales y escolanovismo inocente, irradiando hacia cualquier actividad una especie de todo-es-programa-scout importando el entretenimiento de niños y jóvenes por encima del punto de anclaje que constituían las artes scouts. El programa se escolariza más aún agrandando la brecha entre juego/trabajo/educación que el aprender-haciendo pretendía salvar (para precisar mejor el concepto se sugiere leer el articulo “acerca del aprender haciendo en el escultismo”, publicado en el Blog, paras evitar la confusión con la lectura que se realizo desde la educación formal).
La crisis del 2000 en América Latina y la actual crisis Americana Europea ponen en jaque la falsa relación entre educación y entretenimiento, que es central en la ética del capitalismo. Desde ella se plantea cualquier actividad como efímera (de igual manera que los objetos del mercado) donde lo que importa es la diversión -Pascal diría que ésta permitiría el deleite para facilitarnos la vida y de esta manera llegar inadvertidamente a la muerte- El sacrificio es lo contrario a la diversión y va unido a una ética que se desprende de lo religioso y de las ideologías que van más allá del individuo y apuntan a generar la posibilidad de construir un mundo distinto… también va más allá de los objetos que produce el mercado señalando que estos no pueden sellar la falta existencial del humano.
Desde la perspectiva de la diversión, el esfuerzo no es bien visto y la guerra como el sexo pasan a constituirse en especies de “drogas” sociales que apuntan a intentar cerrar esa falta existencial. Como la ilusión de cierre es efímera cada vez se consume más y por ende el sujeto se consume en ello. El capitalismo no apunta a la generación de lazos sociales; considera a las personas una mercancía mas y al tratarlas como objetos desechables aparecen como resto de lo social los estallidos de violencia sin sentido donde lo que importa es “divertirse”, como en la película “Elephant” - que es la reconstrucción de la masacre de Columbine – donde antes de ingresar a la escuela y disparar sus armas las palabras claves que funcionaron como mandato fueron “a divertirse!”- En la ética capitalista la diversión es una actividad que tiene como principal objetivo el entretenimiento y no el conocimiento, por ello los contenidos de aprendizaje poco importan de igual manera que la repetición que exige la técnica, más ligada a la idea de esfuerzo (que no es sacrificio) y a la de lazo
Seguramente no debe haber sido casual que las pedagogía de los 90 introduzcan la homogeneización de las conductas como una especie de dispositivo en el que poco importa el sujeto, sí importa lo que sale del dispositivo. La doble moral como sabemos, se sostiene muchas veces gracias a imperativos categóricos Kantianos donde no debe existir diferencia entre el Ideal y la persona. Al no guardarse distancia entre lo mandado y lo posible nos encontramos con una enorme cantidad de objetivos actitudinales que pasan a ser un testimonio de la Biopolítica expresada en el programa y de lo que el filósofo Roberto Espósito conceptualizó como “lógica inmunitaria.
El Programa más que una propuesta para ser condensada en una Ley, se convierte en una especie de Argos cuyos ojos miran y congelan la vida del niño/joven que pasa a poder ser planificada, cuantificada y evaluada; evidentemente esto no es posible sin atentar contra la intimidad, el secreto, la libertad personal y la singularidad del sujeto… algo así como los conocidos martillos de la película “The Wall” aunque se dice que cada uno sería distinto... (se dicen muchas cosas, como que la técnica esta incluida pero no se producen contenidos de soporte). Finalmente la ilusión del consenso como paraíso de la democracia, termina de conformar un trípode de un Programa que carga sobre dirigentes y chicos distintos imposibles que no se originan en el pensamiento de BP pero que pasan a atravesar la educación que se propone desde el escultismo.
Si bien pareciera formarse una especie de antinomia entre diversión vrs sacrificio esto no es tan así para la lógica de las actividades que plantea BP, y para ello basta con dirigirse a “Escultismo para muchachos” donde queda claro que existen contenidos a aprender y que estos exigen esfuerzo, haciéndose necesaria que la repetición creadora sea algo divertido para niños y jóvenes. Claramente la actividad scout típica no es efímera siendo las artes scouts uno de los elementos donde vuelven a integrarse juego, trabajo y educación.
Siguiendo a Sennet quizás en esta época sepamos recuperar para el programa la potencia de lo singular de cada niño/joven y lo particular de cada lugar, de esta manera se puede restablecer un diálogo con la propia cultura, la historia y los desafíos que la época presenta para el movimiento. Desglobalizar el programa y recuperar la vinculación entre juego, trabajo y educación debiera ser un objetivo de todos… esperemos salirnos poco a poco de un programa entretenido para pasar a un programa comprometido, como ya en algunos lugares está ocurriendo.

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