Si algo recuerdo con cierta nostalgia es la comunidad guía-scout en la
que crecí. No era perfecto pero era un lugar posible para aquellos que
participamos en ella desde pibes hasta dirigirla, para luego marchar. En los
años que estuve acontecieron muchos conflictos, enojos, situaciones complicadas donde tomamos entre todos algunas buenas decisiones y otras no tan buenas, pero
compartimos ambas. Lo que si es seguro que más allá de las broncas siempre
importó el otro, y los conflictos se resolvían en presencia, no existía otra
posibilidad de resolución que sentarse, tomar mate, discutir, decirse algunas
cosas feas, tratar de cambiar (o no), seguir marchando hacia delante. Quienes
en algún momento se fueron por un conflicto no lo hicieron enojados con el
escultismo sino con personas singulares; por ello quizás algunos continuaron en
otros grupos y con los años algo de los lazos se pudieron restablecer.
Cuando nos
comenzamos a alejar de esas pequeñas comunidades las cosas empiezan a ser
distintas. Ya no estamos con los que crecimos juntos, aquellos con los queque
compartimos la vida cotidiana, nuestras angustias y alegrías. En una reunión de
Distrito conocemos a los grupos y sus conflictos por lo que nos cuentan y no
por vivirlos, lo que implica un acto de creencia en quien cuenta sobre sus
cosas olvidándonos que lo que relata es una interpretación de lo que sucede. A
veces se opina, se orienta, se toma partido de lo que sucede pero a decir
verdad y que solo conocemos el relato de una persona y no conviene autorizarnos
para meternos conflictos ajenos… a veces cuesta diferenciar el alojar a un
compañero con dificultades del tomar partido en una situación desconocida.
Es muy
probable que el mismo tipo de conflictos que se vive en una pequeña comunidad
se viva en un Distrito, pero sería un error pensar que es lo mismo porque los
lazos afectivos suelen ser débiles… el otro importa pero no preocupa de la
misma manera que quien comparte el día a día conmigo. Ante la falta de una
práctica común y concreta, comienza a ser más importante lo que se dice y
perder peso lo que se hace, tomando más relevancia lo político en tanto
discurso. En estos lugares se habla de “gestión”, concepto de origen
empresarial que introduce lo impersonal y el ideal de producción
como principio
ordenador de las relaciones. Ya no se trata de comunidad sino de
inmunidad… normas, reglamentos, desempeños. La visión del dirigente pasa a ser
mas instrumental y los conflictos o dificultades comienzan a ser un “obstáculo”
para la gestión de este nuevo universo en el que se participa con otros, de la
misma manera la participación en estos espacios implica una tensión entre lo
que se renuncia del propio grupo y lo que no se renuncia, generalmente esto se
relaciona con las concepciones de trabajo, orientaciones y modos como se hacen
las cosas en el propio grupo.
Cuando el
tamaño organizacional llega hasta el nivel planteado, el grado de malestar
institucional (que es estructural) se puede tolerar perfectamente salvo
honrosas excepciones, ya que las discusiones son cara a cara y las autoridades
suelen ser elegidas de forma directa por lo que ante el conflicto se conserva
un nivel de personalización que permite arremeter contra él. Cuando la
organización tiene un escalón más, el destino de los conflictos dependerá del
modelo institucional. Si la forma es federada, se instituye un territorio de
acuerdos entre iguales que quieren estar juntos, donde los niveles de renuncia
a lo particular no son importantes y las decisiones tienden a ser respetuosas
de la diferencia. Cuando el modo de organización se disocia de las bases
distritales lo que encontramos es una organización de la organización, o sea
dos organizaciones, la del nivel máximo divorciado de la tarea que toma
decisiones que ejercerá control sobre las organizaciones bases… porque si bien es
cierto que cada grupo scout pertenece a una organización, no es menos cierto
que cada grupo scout constituye una en sí misma. Cuando la organización es
grande y las relaciones interpersonales se pierden, estamos en el punto máximo
de disociación donde se crea una “realidad alternativa” donde al llegar a este
nivel de impersonalidad el otro no importa porque ni siquiera lo conozco, o si
lo conozco y yo tengo el poder nadie del nivel de “más arriba” prestará
atención porque en ese nivel los problemas se deshumanizan y con suerte pasan a
ser sumarios que duermen gestiones completas, aunque generalmente los miembros
que trabajaron y se encuentran con problemas terminan yéndose mal de las
organizaciones por la impersonalidad con la cual son tratados.
Para
seguir “arriba” hay que producir… textos, documentos, palabras, palabras, palabras
porque la única manera de justificar el lugar que se ocupa es produciendo cosas
que justifiquen su existencia… esas cosas que se traducen en documentos,
capacitaciones más prolongadas que exigen cada vez más a quienes trabajan con
los chicos, generando el efecto de que cada vez se capacitan menos para el
trabajo concreto… y así siguen los espirales del poder, divorciado de las
organizaciones bases, reducido a discusiones ideológicas introduciendo una
división que no tiene que ver con lo que hacen las personas sino con lo que
piensan y con quienes simpatizan… y de eso es difícil retornar porque la “organización
de la organización” trasladará luchas y segregaciones reforzando circuitos que
no le hacen bien a nadie, impersonales para el sistema pero no para quienes son
injuriados, atacados, perseguidos, denostados ya no por la jerarquía
institucional sino por el “amplificador” en los que se constituyen las redes
sociales.
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