lunes, febrero 13, 2017

Relatos distópicos. T2. Extraños senderos



            El tren se detiene a las puertas de Ciudad Soya. Los Robots proceden a la descarga de los distintos productos que serán enviados a descontaminación. Los huemules y las timbúes bajan del tren y se quedan mirando en dirección a la Ciudad, que se encuentra enclavada en las sierra. La imagen es impactante. Los enormes murallones y el domo que la cubre donde se ven centenares de pequeñas luces circulando que son parte de Argos, el sistema de vigilancia utilizado en todas las Polis corporocráticas.

-          Sacha. Wow!!  Que lugar inmenso!
-          Mariah. ¿te asombran las luces? ¡no te imaginas lo que va a ser esta noche con las estrellas! ¡Esas son luces verdaderas!
-          Piero. ¡Me olvidé el poncho!... voy a tener que recostarme al lado de alguien para no morir de frio
-          Eleonor. ¡Sencillo Piero! Te metes adentro de la bolsa de dormir y te sentás con nosotros al fogón, que es el único calor que vas a recibir
-          Todos. Jajajajaja

            Una camioneta de colonia Tanti los estaba esperando, luego de un viaje por las viejas y destruidas rutas llegaron a destino. Decidieron montar campamento en un lugar llamado “el diquecito” desde donde se proveía agua la colonia para su producción hortícola bajo cubierta; al igual que el resto de las colonias comerciaban con los jerarcas de Ciudad Soya proveyendo de distintas hortalizas orgánicas mejoradas por cruzamiento natural de especies, los que las hacía no solo muy nutritivas sino sabrosas.

            Como era territorio de la Colonia, podían hacer fuego ¡y eso hicieron!. Las llamas acariciaban el cielo de la noche oscura, Eleonor toma una guitarra y comienza a tocar unos acordes. La noche empieza y las viejas – nuevas canciones vuelven a sonar entre las sierras, las mismas poesías que durante poco más de un siglo habían entonado miles de scouts que acamparon en el lugar vuelven a escucharse en la silenciosa noche. Se siente la magia de los primeros Raiders en el aire, parecieran que en ese fogón distintas generaciones de scouts se unen en un abrazo invisible y silencioso que les regala la suave brisa. Kemal observa la constelación de Orion y traslada a las Tres Marías la silueta de Verónica y la imagina bailar en el cielo mientras, el suave viento golpea su cara… está durmiéndose lentamente con una sonrisa en su boca… una fogata, canciones, y una bailarina estelar que lo invita a soñar. El resto de las chicas y los muchachos ríen.

            Por la mañana Maximiliam cocina su primer pan de cazador mientras Alina extrae un queso de cabra de su mochila. Lo cortan en trozos y organizan un pequeño desayuno acompañado por un rico mate-cocido endulzado con stevia. Mapas en mano comienzan a trazar el rumbo




-          Kemal. ¡No Piero… agarrá la brújula! ¡asi nos vamos de nuevo para Ciudad Centro y encima caminando!
-          Piero. ¡Dejenme a mí! Estuve estudiando eso de usar mapas en formato papel, sin GPS. No es fácil pero tampoco parece difícil, es cuestión de práctica, que gire el mapa no quiere decir que no sepa dónde está estamos
-          Eleonor. Como eso es lo que te falta te ayudo
          
          Eleonor se acerca a Piero y ambos se tiran al piso brújula en mano y leyendo las distintas curvas de nivel para pensar en caminos posibles. Piero se sonroja, nunca había estado con una chica que no usara el clásico pelo con rodete y la ropa de la corporación. Eleonor tenía tan suelto su pelo como la sonrisa; su tez, bronceada por el sol, acentuaba el brillo de sus ojos… era muy difícil concentrarse, pero luego de estudiar las cartas ambos.

-          Eleonor. ¿ves estas líneas? Nos van diciendo la altura. Según los vecinos hacia el lado de “Los gigantes” aparecieron una gran cantidad de Amanita en las vertientes de agua que van formando los arroyitos
-          Piero. Por lo que veo acá deberíamos seguir por la Estancia “el Durazno”
-          Eleonora. Si. El problema es que ahí hay una pequeña fábrica genética de Ciudad Soya, no está muy custodiada pero debemos evitarla
-          Piero. ¿La podremos triangular?
-          Eleonora. Sí… seguro… vamos a ver cómo
-          Piero. ¡Buenísimo! ¡Me encanta perderme en territorio desconocido!
-          (Risas)


            Con las mochilas armadas y en fila, se preparan para partir. A los Huemules se les sale el corazón del pecho, la emoción los inundaba porque era la primera vez que se iban a internar en la montaña “de verdad”, sin gps, corriendo riesgos verdaderos. A Las timbúes les interesaba establecer vínculo con los Huemules, para ellas eran gente que vestía raro y eran poco hábiles pero simpáticos… Además la experiencia les iba a dar para grandes charlas en su grupo scout de la Colonia.

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